Las pataletas

Esos “pequeños” momentos que todos los que somos padres hemos tenido la posibilidad de vivenciar en carne propia, y que habitualmente se acompañan de preguntas como: ¿porque no se calla? ¿Qué culpas estaré pagando? o ¿Qué estoy haciendo mal?

Estas preguntas generalmente no tienen una respuesta sencilla y tienden a simbolizar la potente frustración que podemos llegar a sentir frente al llanto incesante de nuestros hijos.

Es importante destacar, que las pataletas son eventos normales en el desarrollo humano, siendo notoriamente más frecuentes a partir de los 2 años y disminuyendo hacia los 5 años. El porque se dan principalmente en este rango de edad, tiene que ver con el proceso de desarrollo de cada ser humano, ya que en esta etapa comienzan a afianzar una identidad diferenciada de nosotros, los padres, y por ende con propios intereses y motivaciones, por lo que mejor manera de demostrar esto que gritando, llorando y pataleando frente a lo que no me agrada, como no obtener lo que quiero, y especialmente si aún no tengo la capacidad para expresarme adecuadamente, y muchas veces, aún no comprendocompletamente lo que me sucede.

Si sospecho que las pataletas de mi hijo se salen de lo “normal” debemos considerar los siguientes aspectos:

  • Frecuencia: Por lo general son episodios que ocurren con una periodicidad semanal o menor, por lo que si las experimento a diario es una señal de alerta.
  • Duración: Habitualmente duran minutos, así que si las de nuestro hijo las medimos en términos de “horas” ya estamos ante otra señal a considerar.
  • Intensidad: Si las pataletas que presenciamos implican conductas agresivas (hacia si mismo o los demás) o son de tal severidad que implican cambios en el funcionamiento familiar, como tener que salir del trabajo para ir a calmarlo o vernos imposibilitados de salir ante la posibilidad de un “evento”, podríamos estar en un escenario ante el cual puede ser beneficioso consultar con un experto.

Ahora, para cumplir con el objetivo de estos breves párrafos, entregaré una serie de planes para poder manejar las pataletas que la gran mayoría de nuestros pequeños pueden presentar:

  • Plan A o anticiparme a la pataleta: Sin duda este es el mejor escenario, aunque no siempre es fácil de implementar con niños pequeños.

Ejemplos de conductas preventivas pueden ser:

  1. Explicar previamente lo que haremos y lo que esperamos de su conducta a nuestro hijo, reforzando esto antes y durante. (Ej: “Iremos rápidamente al supermercado a comprar algo para el almuerzo, no puedo comprar otras cosas como juguetes o golosinas”).
  2. Si la potencial pataleta puede ser por un juguete o algo similar, que eventualmente debe compartir con otro niño, debo considerar tener dos o una alternativa equivalente, sobre todo si hablamos de los pequeños que rondan entre los 2 y 3 años.
  3. Evitar situaciones estresantes para mi hijo si es que está en un estado en el que fácilmente puede frustrarse, como cuando no han dormido bien o se encuentran enfermos.

 

  • Plan B o la pataleta ya está aquí: Aquí el objetivo es evitar que la pataleta se prolongue en exceso y se transforme en algo difícil para mí y principalmente para el niño.
    1. Si bien las estrategias a utilizar dependerán de la edad y nivel de desarrollo de nuestro hijo hay una regla de oro que no debemos olvidar jamás “si quiero calmar a mi hijo debo estar yo calmado primero”. Si no cumplimos con este requisito primero, ninguna de las intervenciones que realicemos dará el resultado que esperamos, por lo que si no me siento lo suficientemente tranquilo, lo cual no es tan sencillo como parece considerando que el llanto de un niño puede ser de los ruidos más irritables que podemos experimentar (y es importante que así sea sino no reaccionaríamos a tiempo frente a situaciones de peligro), debemos pedir ayuda a otro adulto significativo para mi hijo que si cumpla con este requisito.
    2. Intentar cambiar el foco: esto es notoriamente más sencillo con niños más pequeños, debiendo propiciar el cambio de foco de su atención por algo que sea de mayor intensidad que el objeto de deseo o motivo de la pataleta. Algo sencillo puede ser dedicarle unos minutos e intentar interactuar de forma divertida.
    3. Acercarse con calma y contener física y verbalmente: de esta forma validamos el malestar de nuestro hijo y le ayudamos a que pueda retomar el control, este es uno de nuestro principal rol como cuidadores. Es importante hacerlo dialogando y explicando, por más pequeño que sea nuestro hijo nunca debemos subestimar sus capacidades de comprensión.
    4. Esperar de cerca y nunca olvidar la calma, si bien esto puede ser más complejo, resulta bastante bien con niños más grandes, que ya cuentan con mayor repertorio de estrategias para regularse, como cuando llegan al nivel preescolar. El esperar no significa hacer nada, sino más bien una espera activa, que generalmente dura nos pocos minutos y estando atento a los requerimientos como preguntas que pueda hacer respecto a la situación o evitando potenciales riesgos por conductas agresivas. Deberemos cambiar prontamente a una postura más positiva y de mayor cercanía cuando presente la conducta que esperamos, como dejar de llorar y gritar. De esta forma reforzaremos su capacidad de autocontrol, capacidad que esta directamente relacionada con el éxito y satisfacción con la vida a futuro.

Espero que al leer esto puedan sentirse algo más respaldados en su actuar y no olviden que todos nos veremos enfrentados a situaciones que desafiaran nuestra labor de padres, pero que afortunadamente en la crianza de los niños las acciones positivas valen el o doble o más que las negativas.

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